Los niveles de colesterol aconsejables fueron establecidos por la American Heart Association (AHA) junto con la National Heart, Lung, and Blood Institute (NHLBI) en 2001 y han sido actualizados varias veces desde entonces. Estos niveles son basados en investigaciones científicas y estudios epidemiológicos que han demostrado una relación entre los niveles de colesterol en sangre y el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Conocemos la siguiente tabla que se encargan repetidamente de repetirnos las empresas farmacéuticas y los productos para bajar el colesterol:
Tipo de colesterol | Nivel saludable |
---|---|
Colesterol total | 125 a 200 mg/dL |
No-HDL | Menos de 130 mg/dL |
LDL | Menos de 100 mg/dL |
HDL | 40 mg/dL o mayor |
Sin embargo estos límites han variado repetidamente. Algunas voces hablan de intereses de las empresas farmaceúticas que presionan a los evaluadores para reducir los límites. Es preciso recordar que el límite aconsejable del colesterol total ha llegado a estar a cifras cercanas a los 300 mg/dL, lo que hacía que casi toda la población estuviera en rangos saludables.
¿Qué es el colesterol?
El colesterol es un lípido esencial para el correcto funcionamiento del organismo. Muchos estudios aseguran que cuando encuentra en niveles elevados en sangre, puede acumularse en las paredes arteriales, formando placas de ateroma y aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Otros profesionales, sin embargo, defienden que precisamente el colesterol acude cuando se forman esas placas como solución orgánica.
Los expertos distinguen entre dos tipos de colesterol, el LDL (low-density lipoprotein) y el HDL (high-density lipoprotein). El LDL es considerado como el «colesterol malo» ya que su exceso en sangre puede contribuir a la formación de placas de ateroma. Por otro lado, el HDL es considerado como el «colesterol bueno» ya que ayuda a eliminar el exceso de LDL de las arterias.
Otros factores más importantes
Cada vez más se tiene en cuenta que existen otros factores de riesgo cardiovascular más importantes como la hipertensión arterial, el tabaquismo, la obesidad, la falta de actividad física, la diabetes mellitus, entre otros, que deben ser evaluados y considerados al momento de establecer un plan de tratamiento para reducir el riesgo cardiovascular.
Aunque la medicación para reducir el colesterol, como las estatinas, puede ser útil en algunos casos, especialmente en personas con enfermedad cardiovascular existente o factores de riesgo significativos, es necesario tener en cuenta que el tratamiento farmacológico no debe ser el primer recurso, sino que debe ser utilizado en combinación con cambios en el estilo de vida, como una dieta saludable y baja en grasas, ejercicio regular y evitar el tabaquismo.
Las estatinas como peligro añadido
Estas medicaciones son muy eficaces para reducir el nivel de colesterol en sangre, pero también pueden tener efectos secundarios no deseados. Es urgente señalar que órganos vitales como el cerebro necesitan del colesterol para funcionar de forma óptima, y estos medicamentos son capaces de atravesar las membranas encefálicas.
Uno de los efectos secundarios más comunes de las estatinas es el dolor muscular. Los pacientes pueden experimentar dolor, debilidad o sensación de fatiga en los músculos, que pueden ser graves en algunos casos.
Otro efecto secundario común de las estatinas es el aumento de las transaminasas hepáticas, lo que puede indicar una lesión hepática. Sin embargo, estos cambios suelen ser transitorios y, en general, no requieren la interrupción del tratamiento.
Asimismo, algunos estudios han sugerido una posible relación entre el uso de estatinas y un mayor riesgo de diabetes mellitus tipo 2, aunque aún se requiere más investigación para confirmar esta relación.
En conclusión, es importante no caer en la obsesión por el colesterol y enfocarse en un enfoque integral que considere no solo los niveles de colesterol en sangre, sino también otros factores de riesgo cardiovascular. Se debe trabajar con un profesional de la salud para desarrollar un plan de tratamiento personalizado que incluya cambios en el estilo de vida y otras prácticas para reducir el riesgo cardiovascular, antes que seguir el enfoque de «una solución única para todos» sin personalizar causas, antecedentes y riesgos.